Dos años sin justicia, pero no sin memoria

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El año 2020 fue un año muy complicado para el Perú debido a la pandemia y la crisis sanitaria; además de la crisis política y social generada por los caprichos de un grupo político que no está dispuesto a aceptar que el Perú ya no lo quiere en el poder.

En noviembre de ese año se vivió un ciclo de protestas ciudadanas a nivel nacional ante el repudio a la forma tan irregular en la que el Congreso trató de imponer a Merino como presidente del Perú.

Toda la indignación y cólera se transformaron en marchas, en acciones virtuales, en protestas lideradas por las y los jóvenes en todo el país, que se extendió más allá de los ideales políticos, porque nos unía la indignación de ver a un Congreso al que poco o nada le importaba la crisis generalizada con tal de cumplir el capricho político de un acusado de violar derechos humanos y su hija.

La “Gran Marcha Nacional” fue convocada un fatídico 14 de noviembre, siendo reprimida por militares y la PNP, quienes abusando del uso de la fuerza y armamentos (como perdigones de metal y vidrio, bombas lacrimógenas, entre otros) le arrebataron la vida a dos jóvenes manifestantes e hirieron a más de 200 personas.

La primera víctima fatal fue Bryan Pintado, un joven de 22 años que participaba por primera vez en una manifestación y que no pudo sobrevivir luego de recibir 10 perdigones de plomo en el cuerpo. Ese día también perdimos a Inti Sotelo, de 24 años, quien falleció al recibir el impacto de un perdigón en el pecho mientras desactivaba bombas lacrimógenas lanzadas hacia las y los manifestantes.

Ellos eran jóvenes como tú y yo, a quienes las “Fuerzas del orden” atacaron sin justificación y que siguen esperando justicia. Dos jóvenes que salieron a protestar, como lo hemos hecho muchas veces, sin pensar que eso les costaría la vida. Dos casos que nos muestran la cruda realidad de que en este país nadie que sale a ejercer su derecho a la protesta tiene la seguridad de regresar a salvo a casa, sea activista o no.

Jamás olvidaré el dolor luego de escuchar la noticia de su asesinato por parte de quienes se supone deben defendernos; la preocupación de no saber qué pasaba con tantos amigxs que también habían salido a protestar; la angustia y miedo de no volverles a ver y la frustración de encontrar sus nombres en las listas de personas heridas o desaparecidas sin poder hacer nada en ese momento.

Todo ese dolor que se ha convertido en un luto colectivo por Inti y Bryan, sigue vigente, porque son dos años sin que sus familias obtengan justicia, dos años en que los culpables de sus muertes siguen libres, viviendo como si nada hubiera pasado.

Por ello es necesario que NO olvidemos sus nombres, ni el de ningún peruanx que haya sido asesinadx o agredidx por alzar la voz contra una injusticia, por no aceptar que pisoteen sus derechos o por ser quien es, que toda esta rabia nos movilice y organice, porque juntxs somos más fuertes.

Escribe: Gis MV - Voluntarix